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ANTE LA INJUSTICIA, LA PROTESTA. Porque hay momentos en los que callar se vuelve una culpa y hablar se vuelve un deber, un deber ciudadano, un desafío moral, un imperativo del que no es posible escapar, a expensas de que te hagas cómplice de hechos y situaciones, que son contrarios a derecho, justicia y moral. No tengo afiliación política alguna, por eso expreso mi opinión ante lo que considero injusto, amoral y contrario a derecho.

 

2024                                        

EL ANÁLISIS POLÍTICO, SOCIAL Y ECONÓMICO

 

 

 

 

Jueves 12 de  Diciembre

 

El afán de la vida

 

Cuanta vanidad

Buscamos el drama, la acción o la risa exagerada, como si eso fuera lo común y no lo extraordinario, como si fuera imposible disfrutar de las otras cosas normales que nos pasan a diario.  La vida es un viaje lleno de matices, donde a menudo nos dejamos llevar por la búsqueda de lo espectacular, y en lo sencillo esta el placer, la paz y la serenidad.

Es cierto que el drama, la acción y la risa desbordante pueden ser emocionantes y memorables, pero a veces olvidamos que la verdadera belleza se encuentra en lo cotidiano. Las pequeñas cosas, como una conversación con un amigo, el aroma del café por la mañana o el simple acto de observar la naturaleza, pueden ser igual de significativas.

Trabajamos para tener mejor salud y riqueza y al final perdemos riqueza y salud. Perseguimos las cosas materiales como si fueran eternas y al final todo se marchita y se muere. Ansiamos con vehemencia los placeres y después de obtenerlos solo sentimos el vacío.

Al buscar constantemente lo extraordinario, podemos pasar por alto los momentos sencillos que nos brindan alegría y paz. La vida no siempre tiene que ser un espectáculo; a menudo, son esos instantes tranquilos y normales los que nos llenan de gratitud y nos conectan con lo que realmente importa.

 Así que, ¿por qué no tomarnos un momento para apreciar lo cotidiano? Tal vez ahí, en lo simple, encontremos la verdadera esencia de la vida.

Y sin embargo la vida es un regalo precioso, pero a menudo nos encontramos atrapados en la trampa de la vanidad. En un mundo que nos bombardea con imágenes de éxito, belleza y perfección, es fácil perder de vista lo que realmente importa. La vanidad puede hacernos obsesionarnos con la apariencia, el estatus y la aprobación de los demás, llevándonos a una búsqueda constante de validación externa.

Sin embargo, esta búsqueda puede ser vacía. La verdadera satisfacción y felicidad no provienen de lo superficial, sino de las conexiones genuinas que cultivamos, de las experiencias que compartimos y de cómo impactamos positivamente en la vida de los demás. La vanidad puede nublar nuestra visión, haciéndonos olvidar que la vida es efímera y que lo que realmente perdura son los recuerdos, las risas y el amor que damos y recibimos.

Al reflexionar sobre la vida y su vanidad, podemos elegir enfocarnos en lo que realmente tiene valor: la autenticidad, la empatía y la gratitud. Al final del día, lo que cuenta no es cuán bien nos vemos o cuántos "me gusta" recibimos, sino cómo hemos vivido, amado y dejado huella en el mundo. Así que, quizás sea momento de soltar un poco de esa vanidad y abrazar lo que realmente nos hace humanos.

 

 

 

 

 

 

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