2025                                        

LA OPINIÓN Y EL ANÁLISIS


 

 

Domingo 14 de Diciembre

La Despoblación: Los pueblos se apagan poco a poco de forma inexorable.

En el corazón de la España vaciada, donde las tierras de cultivo y las montañas verdes se entrelazan con los recuerdos de tiempos pasados, se encuentra un pequeño pueblo (mi pueblo) "Arrabalde",  que, aunque rebosante de belleza natural y encanto, lucha contra una de las realidades más crudas que enfrenta nuestro país: "la despoblación". Un pueblo que una vez fue un hervidero de vida, de risas, vitalidad y esperanza se va desmoronando, silenciosamente, sin que casi nadie se detenga a escuchar su último suspiro, su último eco. Un eco que, si nadie lo escucha, se apagará para siempre. Los últimos datos demográficos del INE han sido otro mazazo para el pueblo, donde se constata la pérdida continua de habitantes (en menos de un año se han perdido 11).

Con apenas 183 habitantes en la actualidad, (186 según el INE) la historia de este pueblo refleja, con una claridad dolorosa, el proceso que vive una gran parte de los pequeños núcleos rurales españoles, aquellos que se han visto arrastrados por la marea de la modernidad y la centralización. En menos de 5 años Arrabalde ha perdido 32 habitantes y continúa el proceso de despoblación, por las causas tantas veces repetidas, entre ellas el envejecimiento de la población, la falta de nacimientos y la emigración de los jóvenes hacia las ciudades mas grandes.

Y claro, salta la alarma demográfica, porque las previsiones son demoledoras. En 1920, este pueblo contaba con 1.200 habitantes, un número que reflejaba una vibrante comunidad donde la vida no solo se medía por la cantidad de habitantes, sino también por la calidad de la convivencia, la interacción constante y el dinamismo propio de un lugar que respiraba futuro. Sin embargo, lo que en aquel entonces parecía un lugar de crecimiento y oportunidades, cayó bajo el yugo de la emigración, despoblándose poco a poco de forma inmisericorde, con  una tendencia que no parece tener freno.

El envejecimiento de la población, la falta de relevo generacional, de oportunidades laborales para los jóvenes y la pérdida de servicios públicos han sido  los principales factores que ha conducido a la desaparición progresiva de los habitantes. La falta de nacimientos en los últimos 15 años y la escasez de matrimonios han dado como resultado una población envejecida, que poco a poco va dejando de ser capaz de sostener la vida cotidiana del pueblo. Sin jóvenes que se queden, el futuro se vuelve incierto, y los pocos que aún residen allí lo hacen debido a un arraigo profundo a la tierra y a la tradición, pero los ciclos de vida ya no son los mismos. Y nos preguntamos ¿Quienes van a sostener la infraestructura de servicios en el pueblo cuando los vecinos se reduzcan a un tercio de los actuales?

Por otro lado la desaparición de servicios básicos en el pueblo  ha sido otro de los factores clave en este proceso de declive y que ha contribuido a la pérdida de población de mayor edad. La falta de una agencia bancaria, de hospitales cercanos, de supermercados que abastezcan adecuadamente las necesidades diarias, de transportes adecuados a la tercera edad, y de una infraestructura mínima que permita a los habitantes llevar una vida donde tengan cubiertas sus necesidades básicas, obliga a muchos a buscar estos servicios en localidades cercanas mas pobladas. Esta carencia no solo empuja a los habitantes a abandonar el pueblo, sino que también limita las posibilidades de atraer nuevos residentes o incluso turistas que podrían revitalizar la economía local.

El Gobierno no ve, ni siente, ni sabe. Las políticas públicas llegan tarde, son frágiles, como una venda puesta sobre una herida que ya ha comenzado a gangrenarse. Las ayudas son meras migajas lanzadas para tapar un agujero que ya es un abismo. ¿Dónde están las medidas urgentes para salvar lo que queda? ¿Dónde están las políticas de inversión real, de desarrollo rural, de apoyo a las familias que luchan por sobrevivir en un lugar condenado al olvido?

A pesar de ser un problema reconocido, la España vaciada sigue sin encontrar una respuesta efectiva por parte de las políticas públicas. Las ayudas que llegan a estos pueblos son escasas, y las iniciativas para fomentar el desarrollo de la zona parecen ser más bien parches temporales que no abordan de fondo las necesidades de los residentes ni fomentan un desarrollo sostenible. Los servicios y las infraestructuras que alguna vez sustentaron la vida en estos lugares han sido desmantelados, y la escasa inversión en la mejora de la conectividad digital, de transporte y de empleo agrava aún más la situación. Mientras tanto, las grandes ciudades se siguen expandiendo y concentrando los recursos, dejando a los pueblos rurales a su suerte, lo que nos lleva a  un futuro incierto, donde el vacío es lo que nos asusta.

Es indiscutible que el futuro de este pueblo es sombrío. Las perspectivas demográficas no son alentadoras, y, si nada cambia, dentro de una década podría estar prácticamente vacío en temporada invernal, convertido en un pueblo fantasma, donde solo los ecos de la historia resuenen entre sus calles desiertas. Sin embargo, no todo está perdido. La clave podría estar en una estrategia integral que revalorice las zonas rurales, apueste por la innovación, el teletrabajo y el emprendimiento en el sector agroalimentario, y, sobre todo, apueste por devolverle a estos lugares la esencia de la vida rural: la comunidad, los servicios básicos y las oportunidades laborales que han desaparecido.

Es hora de que se invierta en el campo, en la gente que lo habita y en la preservación de un modo de vida que ha sido la columna vertebral de nuestra sociedad durante siglos. Sin una intervención seria y decidida, la España vaciada será solo un recuerdo lejano de lo que una vez fue un motor de crecimiento y vida para toda la nación. El futuro no está escrito, pero si seguimos la crónica de acontecimientos, queda poco espacio a la esperanza. Ojalá me equivoque, porque a mi, igual que a otras muchas personas, nuestro pueblo, nos encanta. Podremos sostenerlo, pero la pregunta es ¿Hasta cuando?

La triste realidad es que el futuro de este pueblo, y de tantos otros como él, ya está escrito. Si nadie pone freno a esta marea de olvido, si no se toman medidas urgentes para revitalizar estas zonas, dentro de una década este pueblo estará muerto. Y no será una muerte ruidosa, no será una rebelión, no será una tragedia visible. Será una muerte callada, que nadie escuchará, que nadie lamentará. Un pueblo entero se apagará y se perderá en la nada.

Si no logramos cambiar la visión sobre el mundo rural, si no damos a entender  que la modernización no significa solo urbanización, sino también progreso en las áreas rurales, caminaremos por el sendero del olvido. Y estos pueblos seguirán su lento y doloroso camino hacia la desaparición, no solo de sus habitantes, sino también de su historia, su cultura y, sobre todo, de su alma. Que pena